No muchas personas lo saben, pero varios años atrás solía ir al casino a «probar suerte».
Ponía gran parte de mi dinero en las maquinas traga-monedas esperando que la «suerte» me acompañara.
Esperaba que saliera el premio mayor para que finalmente pudiera tener la vida que quería.
No fue la mejor época de mi vida.
Recuerdo pasar mañanas, tardes y noches enteras ahí – sentado – esperando que las cosas «se dieran para mí».
No importaba el resultado que tenía, salía de ahí con una profunda sensación de dolor, tristeza y confusión.
¿Qué estaba haciendo?
¿Por qué tenía que seguir volviendo?
¿Cuál era la verdadera solución?
~
Ahora puedo identificar el momento en que mi vida cambió.
Ahora puedo verlo con claridad:
Fue cuando decidí dejar de esperar a que un agente externo determine mi propia realidad.
Cuando, finalmente, decidí que no pasaría ni un minuto más esperando a que la vida, el mundo, las personas o las circunstancias solucionaran mis problemas.
Fue, específicamente, cuando reconocí que fui, soy y seré el único responsable por la calidad de mi vida, la intensidad de mi impacto y la amplitud de mi contribución.
–
«¿Qué harías si te ganas la lotería?», me han preguntado más de una vez desde ese entonces.
«No me interesa ganarla». – respondo con absoluta sinceridad.
«No me interesa ganarla porque he aprendido que mi suerte (así como mis oportunidades) la creo yo».
Con amor, pasión, dedicación, esfuerzo, constancia, integridad y responsabilidad.
Responsabilidad por lo que hago, por lo que creo, por lo que quiero y responsabilidad por el mundo que quiero dejar al partir de él.
Lo anterior me trae a la memoria una corta conversación que tuve con mi padre hace una década.
Me había preguntado si viajaría a trabajar a Estados Unidos, a lo que yo respondí:
«Si Dios quiere».
…
«Dios quiere» – me dijo.
La pregunta es si tú quieres y qué vas a hacer para conseguirlo.
~
Deja de jugar la lotería con tu vida, amigo(a) mío(a).
El precio por pagar – tu tiempo, tu energía, tu impacto, tu futuro – es extremadamente alto.
Deja de esperar «a que las cosas se den» y comienza a tomar responsabilidad p-a-r-a que se den.
No será fácil, especialmente al inicio, pero – créeme – valdrá la pena.
Tu futuro – y el de los que más quieres – depende de ello.