Un tiempo atrás empecé a formar un hábito que transformaría mi vida por completo: tener días libres.
Días en lo que no haría ninguna actividad relacionada al trabajo en lo absoluto – por más que ame lo que haga. Eso incluye dejar de leer libros de desarrollo personal o ver vídeos de crecimiento empresarial.
Para algunas personas podría sonar extraño ver esto como un reto, pero quienes tienen una mente que va a mil por horas y le da una nueva idea cada segundo pueden entenderlo con más facilidad.
Mi mente estaba acostumbrada a trabajar todo el tiempo. Por ello no fue fácil para mi, especialmente porque creía que hacer algo que no fuera trabajo era “perder” el tiempo o, peor aún, “no hacer nada”.
Entendí, sin embargo, que pasar tiempo con mi familia y mis amigos me energiza.
Redescubrir mis intereses y dedicarme a ellos me hace ser una persona más completa y dejar de pensar tanto me da la paz que necesito para apreciar lo que me rodea y, en pocas palabras, ser más feliz.
Seguramente para muchos tener tiempo libre es parte natural en su vida, pero si a ti aún se te hace difícil alejarte de tu correo electrónico por – al menos – un día entero, te cuesta retomar tus hobbies personales o, simplemente, descansar tu mente entonces quiero que sepas algo:
Existe una versión de ti que aún no descubres y, lo más importante, una de quienes amas que tampoco conoces. Para hacerlo, debes estar cien por ciento presente.
Tú, no tus ideas. Tú, no tu profesión. Tú, no tus objetivos. Tú, no tu mente.
La única forma de lograr este nivel de presencia y conexión es teniendo, al menos, un día abolustamente libre a la semana.
Me refiero a un período de veinticuatro horas sin hacer, leer o engancharte con pesamientos relacionados a tu trabajo (no importa cuánto ames lo que haces).
¿Qué puedes hacer durante ese día? Tres cosas importantes en la vida: conectar con las personas que amas, explorar tus intereses personales y descansar tu mente.
Sé que no será fácil, pero valdrá la pena.