Una de las bellezas del progreso que, como parte de la humanidad, experimentamos es que con cada día que pasa hay menos cosas – en adelante acciones – que tenemos (es decir, necesitamos) hacer para vivir plenamente, felices, satisfechos.
Esto se da porque el objetivo de progresar (siendo progresar una de las razones principales por la cuál estamos aquí: la segunda es – creo yo – contribuir con los demás) es precisamente, aunque suela pasar desapercibido, eliminar la necesidad humana de realizar ciertas acciones.
La Línea de la Libertad
Es nuestro objetivo porque el nivel de bienestar personal – llámale satisfacción, plenitud, felicidad – que todos buscamos, debido a nuestra propia naturaleza humana, es directamente proporcional a la cantidad de tiempo que pasamos realizando acciones que deseamos hacer.
Y no me refiero a si disfrutamos la acción en sí misma, pues ese goce en particular podría ser fácilmente estimulado a través de nuestro cambio de percepción. Me refiero a si fuimos nosotros quienes decidimos – por preferencia personal y no por necesidad – embarcarnos en dichas acciones.
Cada vez que progresamos (es decir disminuimos la necesidad de realizar ciertas acciones), entonces, aumentamos la posibilidad de elevar nuestro nivel de bienestar personal – de nuevo, llámale satisfacción, plenitud, felicidad – pues ahora podemos hacer aquello que hacemos porque queremos hacerlo y no porque tenemos que hacerlo.
Ahora, si lo que te digo en esta publicación es cierto: ¿por qué es que el nivel de bienestar general de la humanidad no se ha elevado proporcionalmente a su progreso? y, sobre todo, ¿cómo podemos utilizar este concepto para disfrutar más de nuestra vida, cada día?
Lo que he podido comprobar al respecto es que al eliminar la necesidad de realizar una acción específica y convertirla en un deseo, inmediatamente nosotros, las personas, fallamos en reconocer la diferencia y – sin quererlo – hacemos de nuestro deseo una necesidad.
Por ejemplo:
En la actualidad, con pasar solo dos horas al día trabajando sería suficiente para generar el dinero que necesitamos para comprar alimentos, cubrirnos del frío y tener una buena salud (lo cual es una necesidad).
Sin embargo, la mayoría de nosotros trabajamos más de dos horas porque nos permite comprar el auto que queremos, la ropa de cierta marca que nos gusta, los viajes de nuestra preferencia (lo cual evidentemente es un deseo, pero lamentablemente confundimos con necesidad).
Al hacerlo, (ver nuestro deseo como una necesidad) olvidamos que aquello que hacemos en nuestro día – gracias al progreso de la humanidad – lo hacemos porque queremos hacerlo y no porque tenemos que hacerlo, perdiendo así la oportunidad de incrementar significativamente nuestro nivel de bienestar, plenitud y felicidad personal.
…
¿Te gustaría sentir más satisfacción en tu vida? ¿Te gustaría disfrutar más de lo que haces? ¿Te gustaría reemplazar el estrés por la motivación, la ansiedad por la calma y la frustración por el agradecimiento? Marca claramente la línea divisoria, que yo llamo «Línea de la Libertad», entre aquello que haces por necesidad y aquello que haces por deseo.
Te sorprenderá reconocer que la mayoría de acciones que realizas en tu vida las haces por decisión propia, por libre deseo, por motivación personal y finalmente te darás cuenta de aquello que te dará la emoción, motivación, satisfacción y felicidad que quieres en tu vida. Te darás cuenta que la libertad que has estado buscando con tus acciones ya la tienes, incluso antes de siquiera haberlas realizado – siempre la tuviste.
Y es en base a esa libertad, que tú decides hacer aquello que haces porque quieres conseguir aquello que es importante para ti en la vida, porque quieres crecer aún más, porque buscas contribuir con los demás, porque quieres ser una referencia en la sociedad, porque pese a que no tienes que hacerlo tú has decidido hacerlo y será ello lo que te dará la emoción, motivación y determinación que te ayudará a conseguirlo.