Nelson Portugal

No eres perfecto, yo tampoco.

1. Cuando subo a un avión tengo miedo de no aterrizar con vida y dejar proyectos sin terminar, emociones sin expresar y sueños sin realizar.

2. Me cuesta coordinar mis movimientos físicos, por ello aún no puedo aprender a bailar y por eso me hace difícil practicar deportes.

3. Desayuno la misma ensalada todos los días y aunque digo que pronto aprenderé a cocinar o compraré otro tipo de comida, lo sigo postergando – por meses.

4. Cuando termina el día me cuesta dejar mi laptop para irme a dormir y a veces duermo con la laptop en mi cama.

5. Me cuesta enfocarme en los detalles de las cosas importantes y eso me causa problemas.

6. Siento que he descuidado mi vida social y extraño pasar más tiempo con mis amigos.

7. No estoy en una relación por más de dos años y siento que me he olvidado cómo crear, cultivar y mantener una.

8. Hace seis meses me cambié de cuarto a uno más pequeño para convertir el mío en un estudio y hasta ahora no lo hago.

9. A inicios de año me inscribí una maratón para cumplir mi objetivo de correr los 42 kilómetros, no me presenté a la carrera – no estaba preparado, no la hubiera podido completar.

10. Me cuesta mucho decirle a mis padres personalmente lo mucho que los quiero, por eso no lo hago seguido y cuando lo hago, lo hago por escrito o por teléfono.

No sé en qué momento decidimos cargar la responsabilidad de ser perfectos, de hacer todo bien, de no equivocarnos.

Lo que sí sé es que, hacerlo – pretender que no nos equivocamos, que sabemos y/o podemos hacer todo – nos desgasta, nos hace menos humanos y nos distancia de las personas que más queremos.

Sin embargo, cuando reconocemos lo que no sabemos, reconocemos nuestros errores y reconocemos aquello que tememos, le damos permiso a quienes nos rodean que lo hagan también.

Nos conectamos con ellos a un nivel más profundo, nos permitimos ser quienes realmente somos y, sobre todo, abrimos la posibilidad de mejorar.

Por esa razón, aunque se me hace muy difícil, hoy publico este artículo para que ambos, tú y yo, podamos abrazar la imperfección, reconocerla y apreciarla.

Para que nos sintamos seguros de nuestras inseguridades y para dejar a un costado el peso que representa pretender ser perfecto(a).

Y poder darle así, finalmente, paso a ser quienes somos en realidad: seres realmente extraordinarios.