«Quería decirte que me gustas y que este… este, que me gustaría este…este – estar contigo».
Me sudaban las manos, se me iban las palabras y apenas podía mirarla a los ojos.
Ése era yo a los trece años tratando de expresar por primera vez lo que sentía a la chica que me gustaba.
Me tomó una década eliminar la voz de crítica al expresar lo que sentía.
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No sabía qué decir, cómo presentarme y mucho menos cómo darle el precio de aquello que estaba tratando de vender.
Aún recuerdo que luego de presentarle el producto por más de una hora, me retiré sin siquiera darle el precio.
Ésa fue mi primera vez vendiendo – qué mal lo hice.
Me tomó ocho presentaciones y decenas de fracasos poder cerrar una venta.
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Ya iba por el kilómetro 7 y, de pronto, me detuve. No podía más, apenas y podía respirar.
Había entrenado dos meses y, sin embargo, no podía completar la carrera a la cual me había inscrito.
Ésa fue la primera vez que intenté correr una carrera de 10km. Quedé entre los últimos puestos.
Me tomó un año de práctica y decenas de carreras poder terminar entre los cíen primeros puestos.
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«No te preocupes, yo voy y lo hago. Disfruto hacerlo». – Qué difícil era cobrar, qué mal me sentía.
Pensaba que era porque disfrutaba hacerlo, porque se me hacía fácil hacerlo.
La verdad era que no estaba seguro de mí mismo ni de lo que hacía para poder cobrar por mis servicios.
Me tomó tres años y miles de dólares cambiar esta mentalidad y poder cobrar lo que realmente valgo.
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Había trabajado intensamente cuatro meses organizando la información, desarrollando las técnicas y consiguiendo a los participantes.
Llegó el día del evento y salió tal y como lo había esperado: las personas habían identificado sus miedos y habían dado el primer paso para superarlos.
El único problema era que, pese a lo bien que salió el evento, yo había perdido cinco mil dólares.
Me tomó diez eventos más de pérdida hasta que pude realizar mi primer evento con utilidad: cien dólares.
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Vas a fracasar, te vas a equivocar, te irá mal, te confundirás, te querrás retirar, pensarás que no sirves para eso, que no eres capaz.
¿Y sabes qué?
No importa.
No importa lo difícil que sea, lo mal que te tenga que ir, las críticas que tengas que recibir, las noches que no tengas que dormir, los retos que debas superar.
Un día, léeme bien, todo aquello que te parecía imposible, aquello que era solo una imagen en tu mente, será parte de tu vida, será una completa y absoluta realidad.
Porque tú te atreviste a seguir cuando nadie más creía que era posible, porque tú creíste en aquello que aún no existía, porque tú pusiste el esfuerzo la dedicación y la determinación para actuar pese al miedo, la incomodidad y la incertidumbre.
Y ahora, que has conseguido tus objetivos, puedes inspirar a los demás a hacer lo mismo y tú puedes seguir caminando hacia lo más difícil porque sabes que ahí, detrás de ello, están las más grandes recompensas.
Simplemente no te detengas, nunca.