¿Cómo manejar mis emociones de mejor manera?
Una de las herramientas para manejar mis emociones que más útil me ha sido es aceptar lo que estoy sintiendo.
Y es que cuando me sentía mal, en lugar de aceptar mis emociones, solía juzgarme.
- “¿Por qué me siento así?” – me quejaba.
- “¿Qué me pasa?” – me cuestionaba.
- “¿Por qué soy así?” – me lamentaba.
Si lo notas, empezaba con una interrogante sobre mis emociones pero terminaba juzgándome a mí como persona.
Ahora, las preguntas en sí mismas no son el inconveniente. De hecho algunas podrían estar bien planteadas.
El desafío es el tono con el que me las hacía. No me las preguntaba con amabilidad y curiosidad, para conocer la respuesta.
Me las hacía con enojo y, por momentos, incluso con desprecio. No quería una respuesta, en realidad me estaba atacando a mí mismo.
Lo que realmente estaba diciendo era:
- «¿Cómo es posible que te sientas así? Ya estás grande para esto. No deberías sentirte de esa manera.»
O, peor aún:
- «Si te sientes así es porque quieres. Seguramente hay algo muy mal en ti. Debería darte vergüenza.»
Como puedes imaginar, esa conversación que mantenía conmigo mismo, no salía del todo bien.
De hecho, todo lo contrario. Descubrí que juzgarme por cómo me sentía, lo hacía todo mucho peor.
Pude ver con claridad que la mayor parte del dolor que sentía provenía de culparme y de criticarme.
Es cierto, me podía estar sintiendo triste por algo, pero hasta cierto punto la tristeza era manejable.
Lo que me desbordaba era la vergüenza de sentirme de esa manera. El intento inconsciente – y fallido – de tratar de ocultarlo, a cómo dé lugar.
Esto no solo ocurría con la tristeza, me sucedía con todas las emociones difíciles: la frustración, el enojo, la ansiedad, el miedo y el estrés.
Mientras más me juzgaba, más trataba de ocultar mis emociones. Mientras más intentaba esconderlas, mayor dolor experimentaba.
Lo que estaba haciendo en esos momentos, sin saberlo, era reprimir mis emociones.
Esta represión emocional solo me llevaba a perder el control de mis emociones: ya sea explotando producto de la ira o aislandome producto de la tristeza.
Afortunadamente, encontré una mejor forma de gestionar mis emociones: aceptándolas.
Aceptando que todos nos sentimos de esa manera en algún momento, que es natural y humano sentir todo tipo de emociones.
Aceptando que sentir:
- Ansiedad no me hace una mala persona.
- Tristeza no me hace débil.
- Frustración no me convierte en un fracaso.
Aceptando que tengo derecho a sentirme:
- Desmotivado porque algo no salió bien.
- Estresado al tener mucho por hacer
- Abrumado por no saber por dónde empezar.
Cuando empecé a aceptar todo esto, pude mirarme con otros ojos y poco a poco, dejar la vergüenza y la culpa a un lado.
Y, sobre todo, pude empezar a expresar lo que realmente sentía. Pude decir en voz alta, por primera vez:
«Me siento triste», «siento que he fallado», «me da miedo que no funcione».
Aún cuando las palabras que decía no eran «positivas», el hecho de aceptar lo que estaba sintiendo me aliviaba.
No hacía que la situación sea fácil, por supuesto. Tampoco hacía que la emoción desapareciera.
Pero me liberaba del dolor que provenía de tratar de reprimir mis emociones y me ponía en el camino adecuado para procesarlas.
Y es que hoy en día, luego de una década de desarrollo personal, lo que ha cambiado no son mis emociones.
La diferencia está en la manera en que he aprendido a gestionarlas: con curiosidad en lugar de crítica, aceptándolas en lugar de reprimirlas.
Si sientes que te juzgas por cómo te sientes, te invito a intentar aceptar tus emociones y, de ser posible, expresarlas.
Mientras más sincero(a) seas contigo mismo(a) mayor alivio – y paz – encontrarás.
La página tiene un contenido interesante… Gracias x compartir y ayudar a muchas gente como yo