¿Qué hacer cuando sentimos que todo va mal?
¿Todo va mal?
Una de las sensaciones más abrumadoras es sentir que todo va mal. Sucede cuando luego de una dificultad, aparece otra igual o – incluso – más grande.
Cuando creemos que ya la hemos superado, llega a nosotros un nuevo desafío.
¿Qué podemos hacer en esos momentos?
¿Qué hacer cuando sentimos que todo va mal?
En mi experiencia, hay una estrategia que puede ayudarnos: aislar el problema.
Antes de contarte más al respecto, permíteme decirte algo importante.
(i) Sentir que todo va mal no significa que todo (ii) vaya mal.
En algunas ocasiones es fácil identificar la diferencia, en otras, no tanto. Sin embargo, es importante recordar que no son lo mismo.
Cuando sentimos que todo va mal, nuestra experiencia – plasmada en una emoción – es real; pero eso no hace que nuestra percepción sea cierta.
En ese sentido, cuando nos sentimos de esa manera, podría ser que realmente todo vaya mal pero también puede ser que:
- Varias cosas vayan mal
- Algunas cosas vayan mal
- Una sola cosa vaya mal
- Nada vaya mal
Y, si añadimos la variable del tiempo, en caso algo en particular vaya mal, podría ser que sea solo en este momento específico, lo que no significa que siempre será así.
De nuevo, podría ser que sí – algunas cosas la son – pero también podría ser que sea pasajero, como muchas otras situaciones difíciles.
¿Te hace sentido?
Te lo pregunto porque luego de recordar la diferencia entre lo que sentimos y lo que es en realidad, podemos empezar a explorar la estrategia.
Aísla el problema
Aislar el problema es una de las formas más efectivas para identificar claramente lo que está sucediendo.
Nos ayuda a clarificar aquello que no va como nos gustaría y nos permite diferenciarlo de todo lo que sí está funcionando.
¿Cómo podemos asilar el problema?
Te comparto dos técnicas, que pueden complementarse muy bien:
#1 Cambia el lenguaje que utilizas para describir la situación:
Nota las palabras que utilizas y que están generalizando las cosas, en lugar de ser más específico al respecto.
Palabras como:
Todo
- Nada
- Siempre
- Nunca
- Todos
- Nadie
- Mucho
- Poco
Estas palabras evitan que podamos describir lo que sucede de una forma más realista. Si notas que las estás utilizando reemplázalas con palabras específicas.
Ejemplo 1:
- En lugar de decir: todo lo que hago me sale mal.
- Reemplaza: «todo» por «qué» es aquello que no te salió bien.
- Lo que te permitiría decir: intenté llegar temprano pero llegué tarde.
Ejemplo 2:
- En lugar de decir: nadie me contesta.
- Reemplaza: «nadie» por «quién» no te ha contestado.
- Lo que te permitiría decir: llamé a Juan y no obtuve respuesta.
Puedes hacer lo mismo con cada una de las palabras, preguntándote – específicamente – qué, quién, cuándo, cuánto.
#2 Identifica aquello que sí va bien:
Cuando nos encontramos abrumados o con ansiedad es difícil notarlo, pero es importante identificar lo que sí está funcionando.
Para lograrlo, puedes hacerte una de estas tres preguntas:
- ¿Qué sí va bien en este momento en mi vida?
- ¿Qué sí hice bien el día de hoy?
- ¿Cuáles son los momentos que sí pude disfrutar?
La respuesta inmediata podría ser «no mucho» o, en momentos muy difíciles, podría ser «nada».
De ahí que es necesario volver a hacernos la misma pregunta dos o tres veces.
Si nos regalamos la oportunidad de quedarnos en silencio unos segundos, nuestra mente empezará a encontrar las respuestas.
Y, cuando lo haga, podremos tener una perspectiva más amplia de la situación.
Al haber aislado el problema, podremos encontrar cierto grado de equilibrio emocional.
Este equilibrio nos permitirá encontrar una solución más rápida pero – sobre todo – nos ayudará a tomar mejores decisiones.
Aplícalo la próxima vez que sientas que todo va mal y me cuentas cómo te va.
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