«Quiero ser conferencista»
Ya he perdido la cuenta de la cantidad de personas que escucho decir que quieren ser conferencistas, que quieren hablar frente a miles de personas o que quiere salir en televisión/radio/periódicos.
«Quiero ser un gran conferencista» – me han dicho más de una vez.
Mi respuesta es siempre la misma: la mejor forma de ser conferencista es dejar de desear serlo.
Verás, «ser conferencista» (es decir, dar conferencias) no es el fin, aunque así lo pareciera desde afuera.
Dar conferencias es uno de los múltiples medios disponibles para comunicar un mensaje que las personas están dispuestas a invertir recursos – dinero, tiempo y/o energía – para escuchar y, espero, aplicar en su vida.
«Quiero ser conferencista»
Este mensaje puede abarcar un abanico de temas.
Desde nuevas formas de tratar el agua pública, pasando por una solución efectiva para el calentamiento global hasta diseños innovadores en la construcción de oficinas empresariales.
La capacidad para comunicar este mensaje será, entonces, consecuencia directa de haber desarrollado la habilidad de resolver un problema relevante para algún sector de la población.
Para ello, indistintamente del ámbito en el que nos desempeños profesionalmente debemos ser – lee pausadamente – extremadamente buenos.
No buenos, extremadamente buenos.
Cuando somos extremadamente buenos – producto de haber continuado cuando otros se detenían, profundizado cuando otros veía únicamente lo superficial y haber cuestionado lo que otros daban por cierto hasta encontrar/desarrollar una solución/aporte efectivo – nuestro mensaje (lo que tenemos que decir al respecto) aportará valor a las personas involucradas en el ámbito/sector/industria en el que nos desarrollemos.
Y será entonces, cuando sentiremos un genuino deseo de llevar nuestro mensaje a aquellas personas que (nuestro mensaje) le permitirá obtener una mayor eficiencia, reducir costos, optimizar procesos, mitigar riesgos, acelerar su crecimiento – en esencia, mejorar su vida de alguna manera.
En ese momento te darás cuenta que «dar conferencias» no tiene nada de romántico, que no se trata acerca de ti y que «ser conferencista» no es el objetivo… es solo el medio y tú, tú querido(a) amigo(a), un simple – pero valioso – instrumento.
Deja entonces, de querer «ser conferencista», deja de desear «hablar frente a miles de personas», deja de anhelar «ser como él o como ella que habla tan bien frente al público».
Enfócate mejor en ser el mejor en lo que sea que hagas, en crear soluciones efectivas, en tener resultados, en especializarte sobre aquello que te apasiona, en diseñar nuevos – y mejores métodos/formas de hacer las cosas, en resolver los problemas más grandes de tu área de trabajo, empresa, industria y/o sociedad.
Empieza a dar más que cualquier otra persona que jamás hayas conocido, empieza a exigirte más a ti mismo de lo que antes te hubieran exigido y empieza a profundizar sobre aquello que sientes un natural interés por conocer/investigar/resolver.
Las conferencias en tu ciudad, en tu país o alrededor del mundo vendrán como consecuencia de ello y, paradójicamente, luego – y solo luego – de haber dejado de desearlas tanto.
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