5 conceptos sobre la procrastinación que te harán más productivo
La procrastinación es un tema que afecta a la mayoría de personas.
Por esa razón, en este artículo compartiré cinco conceptos acerca de la procrastinación que te ayudarán a ser más productivo.
Y, sobre todo, te ayudarán a cuidar tu bienestar emocional.
- La diferencia entre aplazar y procrastinar
- Por qué la procrastinación no es tan negativa como se cree
- Cuando avanzar no se siente como progreso
- Lo que falta no es fuerza de voluntad
- Lo que procrastinamos no son acciones, son emociones
Veamos cada uno de ellos:
La diferencia entre aplazar y procrastinar
Con frecuencia se confunde ambos términos. Se cree, por ejemplo, que aplazar es algo negativo, cuando en realidad aplazar significa elegir no hacer algo en un momento determinado.
Qué es aplazar
Quiere decir que luego de un análisis, luego de haber reflexionado al respecto, decidimos que este no es el mejor momento para hacer algo en particular.
Ya sea porque no es una prioridad o porque no se cuentan con los recursos, se decide hacer en un momento distinto. Se puede aplazar un día, una semana, un mes, un año, dos años, dependiendo de cada caso.
Lo importante es saber que aplazar es una de las habilidades más importantes que toda persona necesita desarrollar si quiere ser más productivo.
Porque, evidentemente, cuando hablamos de crecimiento necesitamos ser estratégicos. Ser estratégicos significa tener claro qué es aquello que no vamos a hacer en este momento.
Porque eso da pase a elegir correctamente lo que sí vamos a hacer. Para hacer ese «algo»debemos aplazar algo más.
Importancia de aplazar
Lamentablemente, a muchas personas nos cuesta aplazar, porque tenemos la sensación de que necesitamos hacer todo para poder realmente sentirnos productivos.
Por esa razón, al aplazar, yo le denomino la habilidad de no hacer algo y sentirnos bien al respecto. Solo aplazando es que vamos a generar el espacio necesario para enfocarnos en aquello que es importante en este momento.
Procrastinar, en cambio, significa, en términos prácticos, elegir hacerlo hoy y no hacerlo hoy. Muchas veces procrastinamos porque, para empezar, nos propusimos hacer algo en un momento que no íbamos a poder hacerlo.
De pronto nos comprometimos muy rápidamente, sin antes ver qué tan viable era hacerlo. Decimos «sí, sí, está bien, hoy lo hago» O, «claro, mañana temprano lo veo». Todo esto sin haber analizado si contábamos con la disponibilidad necesaria.
Inevitablemente, cuando llega el momento, no lo hacemos y nos frustramos.
Cuando en realidad luego de un análisis o reflexión podríamos haber dicho el día de hoy y el día mañana, no lo voy a poder hacer.
Basándome en las prioridades, los recursos y la forma en que estoy viendo la situación, «tal día lo voy a poder revisar». En pocas palabras, en lugar de procrastinar, podemos aplazarlo.
Fortalezcamos entonces esta capacidad para aplazar porque va a ser vital para poder ser más productivos.
Por qué la procrastinación no es algo tan negativo como parece
Las personas vamos a procrastinar en algún momento de nuestras vidas y probablemente lo vamos a hacer con frecuencia. Por ello, una manera práctica de ver la procrastinación es verlo como el paso previo a la ejecución.
Las personas naturalmente procrastinamos hasta el punto en el que lo ejecutamos. Rara vez vamos a plantearnos un objetivo o una actividad y la vamos a ejecutar inmediatamente.
Probablemente, vamos a establecer un día o una hora y llegado el momento lo vamos a procrastinar.
Pero, esa procrastinación, nos va a dar información sobre por qué no pudimos hacerlo en ese momento o qué nos estaban faltando para poder hacerlo.
De esta manera podremos definir una mejor estrategia para ejecutarlo. En ese sentido, si tú estás procrastinando ciertas actividades, no lo veas como algo necesariamente negativo, míralo como paso previo a la ejecución.
De alguna u otra forma, la procrastinación significa estar en cola de espera para esa ejecución. Y no es que no estés ejecutando ninguna actividad.
De hecho, hay actividades que ya estás ejecutando y, precisamente, porque estás ejecutando esas no estás realizando las demás. En cuanto se habilite ese espacio, aquello que estabas procrastinando va a pasar a la fase de ejecución.
Cuando avanzar no se siente como progreso
Es vital poder diferenciar entre procrastinar y progresar.
Aunque esto podría llamarnos la atención porque podríamos pensar «la diferencia entre la procrastinación y el progreso es clara».
Sin embargo, con frecuencia, pese a que hayamos progresamos en ciertas actividades, no lo vemos como progreso. ¿Por qué? Porque son actividades relacionadas a una fase de investigación o de preparación para la ejecución.
Imaginemos, por ejemplo, alguien que tiene que empezar a trabajar en un documento en Word. Pero abre su laptop y se da cuenta de que está desactualizado y que tiene que actualizar el Word.
Y, de pronto, cuando está en proceso de actualización, descubre que para poder instalar ese Word necesita actualizar el software de la computadora.
Entonces, intenta actualizar el software y descubre que no tiene espacio en la computadora y tiene que liberar documentos.
Cuando menos se da cuenta, el tiempo que había asignado para poder avanzar en el documento el Word, se dedicó a liberar los espacios en la computadora para poder instalar el software, para poder actualizar el Word y poder utilizar el Word.
Con frecuencia, este tiempo que está dedicado a progresar hacia la ejecución de esa actividad no lo vemos como progreso. Lo vemos como procrastinación o lo vemos como una traba cuando, en realidad, es un paso clave para poder avanzar.
Lo que falta no es fuerza de voluntad
Debemos cambiar la idea de que no hacemos las cosas solamente por falta de voluntad.
Y es que las personas dicen «tengo todo para hacerlo, pero aún así no lo hago», «no sé por qué si tengo todo a la mano no puedo ejecutarlo», «solamente me falta fuerza de voluntad«, «solamente me falta disciplina».
Es importante entender que la fuerza de voluntad y la disciplina pueden ser elementos que nos ayuden al proceso de ejecución. Sin embargo, no son los únicos recursos que necesitamos.
Necesitamos, por ejemplo, tiempo, y contrario a lo que se suele decir que el tiempo es una decisión. En realidad, a veces, por más que tomemos buenas decisiones, no nos alcanza el tiempo hacer otras actividades que también son importantes.
Ejemplo práctico
Por ejemplo, una persona recuerdo que me comentó: «Nelson, tengo todo para emprender, pero aún así no lo hago».
Y yo le dije: «empecemos por algo básico». Por el tiempo, cuéntame cómo luce tu semana, los compromisos que ya tienes y cómo se desarrolla tu día a día».
Cuando empezó a hacer esa lista de actividades y de compromisos que dependían de ella, descubrió rápidamente que en realidad gran parte de su día ya estaba copado.
Y que aquellos espacios que tenía llegaba con muy bajo nivel de energía para poder tener esa creatividad. O esa lluvia de ideas que necesitaba para poder dar los siguientes pasos en el emprendimiento.
Este es un ejemplo claro en el cual el recurso tiempo no necesariamente se tiene a la mano. Lo mismo sucede con otro tipo de recursos.
A veces lo que nos falta es información o el proceso claro para poder obtener la información. O de pronto nos está faltando cierta habilidad.
Lamentablemente, cuando procrastinamos una actividad, decimos es «el problema soy yo», «el problema es que no tengo la disciplina o la voluntad», y entonces no analizamos con mayor claridad cuál es el recurso que realmente nos está faltando.
Al no entender el recurso que nos falta, no podemos tomar los pasos necesarios para poder conseguirlo y habilitar la ejecución.
Lo procrastinamos no son acciones, son emociones
Lo que procrastinamos no son las actividades, sino que procrastinamos las emociones que nos generarán dichas actividades.
Y, normalmente, las emociones que procrastinamos son el temor. El miedo al fracaso, el miedo al rechazo y/o el miedo a no estar a la altura. También procrastinamos la incomodidad que nos puede generar una situación.
Por ejemplo, si estamos procrastinando el pedir un aumento salarial, en realidad estamos procrastinando la incomodidad que vamos a sentir de hacer ese pedido.
O tal vez estamos procrastinando el temor de sentir que nos digan que «no» y cómo vamos a manejar ese no. Y si no comprendemos qué es lo que realmente estamos procrastinando, es probable que lo sigamos procrastinando.
Por esa razón, una buena práctica cuando estés procrastinando una tarea es hacerte la siguiente pregunta: «¿qué es aquello que realmente estoy procrastinando de esta situación?».
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Recuerda estos cinco conceptos, aplícalos en tu día a día y vas a notar cómo puedes manejar de mejor manera la procrastinación y ser más productivo.
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